EL INICIO

 



Casi finalizando el verano de 1983 y por aquellas latitudes del cono sur de América, me encontraba de vacaciones en casa de mi abuela paterna, Tona. Para mejorar la economía hogareña y en contra de la voluntad de mi abuelo Ramón, Tona decidió que debía aprovechar las jornadas desde antes de que saliera el sol, trabajando en la vendimia de uno de los vecinos dedicados a la vitivinicultura, y dado que todos en casa de mis abuelos trabajaban, yo seguía al cuidado de mi abuela también durante el horario laboral. Había en aquel hogar funciones específicas para cada quien. Así es como yo, casi por entretenimiento como por empatía comencé a trabajar a los 8 años, en un viñedo durante diez o más horas al día. Las zafras son períodos muy breves y deben ser aprovechadas al máximo.

Viñedo en Uruguay.


El sábado justo antes del mediodía, “el patrón” de apellido Gotardi, nos informó que pararíamos actividades durante unos días porque a una de las variedades de uva le faltaba graduación. Hoy día eso se mide con un refractómetro pero por aquel entonces el regordete productor vitícola con ascendencia italiana lo hacía con sus papilas gustativas y gesticulando los grados Brix*  obtenidos mientras escupía. Por tal motivo pagaría lo cosechado a cada quien y nos veríamos la semana siguiente. Una hora más tarde me enteré que yo había ganado el primer sueldo de mi vida, mi esfuerzo por hacer menos agotadoras las jornadas de mi abuela se había traducido en una fortuna de varios billetes y monedas. 

Volvíamos a casa como íbamos a los viñedos, caminando. Yo no podía contener mi algarabía, aquello sobrepasaba mis expectativas de unas vacaciones con mis abuelos, mi abuela soltaba una carcajada a cada pregunta que le hacía. A mitad de camino nos encontramos con Don Andrés de León, el mercachifle, mote dado a aquellos comerciantes que recorren los caminos rurales en Uruguay en una moto o bicicleta con carrito o en un carro tirado por un caballo. El vehículo comercial de Don Andrés era un carro con un caballo tordillo, entre sus bártulos traía cubiertos con una lona verde, infinidad de productos que no se encuentran en el medio rural: martillos, galletas de chocolate, quesos caseros, polenta, mortadela, espirales para los mosquitos, telas, hilos de coser, pinceles para pintar, latas de atún, chicles de frutilla, damajuanas de vino tino y hasta keroseno para las lámparas. 

Caballo tordillo


Ese es un recuerdo muy poderoso e imborrable. Yo convirtiéndome en agente económico, yo administrando mi dinero, mío, fruto de mi primer “empleo”, yo increpando a Don Andrés porque ofrecía duraznos en almíbar enlatados y en casa los hacíamos comprando cada año solo azúcar y las tapas para los frascos porque todo lo demás estaba en nuestra huerta, yo satisfaciendo un deseo y pensando en llevar a casa de mis abuelos unas galletitas de chocolate de El maestro Cubano **  para compartir en familia, yo entablando un lazo comercial con Don Andrés, yo planificando qué otro producto le encargaría para el sábado siguiente y él ofertándome otros de menor demanda. Yo cerca del resto del mundo al sostener un par de pilas Eveready AA del tamaño de mis manos de niño. 

Y mi abuela regulando toda aquella experiencia, proponiéndome un préstamo para que no me quedara con ganas de comprar algo si se me acababa el dinero. 


En la imagen: Tona, hoy con 99 años y yo a punto de cumplir 47.


Fleitadas



* Los grados Brix son una unidad de cantidad y sirven para determinar el cociente total de materia seca (generalmente azúcares disuelta en un líquido. Expresa porcentaje de sólidos solubles. Un grado Brix se define como 1 g de sacarosa cada 100 g de solución.

**Empresa panificadora y de galletería uruguaya que en 2007 fue adquirida por la multinacional Grupo Bimbo



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