Si yo dijera "no suelo pedir perdón" estaría mintiendo. No es que ocasionalmente pida perdón, yo jamás lo hago. Sucede que cuando lanzo la peor de mis ofensas, el más dañino de mis comentarios despectivos lo hago "hasta la madre" de decepcionado y luego de dar aviso. Pero valoro la falta de orgullo de quien lo hace porque pedir perdón supone dos ofensas a las que soy inaccesible: la primera es la de reconocer un error que debe ser enmendado aun sabiendo que se ha dañado una relación del tipo que sea y la segunda, otorgar el perdón a alguien que ha herido la sensibilidad y del que, de ahora en adelante habrá que tener cuidado.
Hace un par de días, un hombre que suponía conocer me escribió, pretendiendo que yo estaba mal al cortar todo acceso a la comunicación y accedí a reconocer mi orgullo, mi intransigencia y también mi rencor a aquellos que "cortan todo acceso a la confiabilidad". Así es, hay cosas que se rompen una vez y que convenientemente no son evaluadas, si alguien tuvo el descuido de arruinar la confianza, la empatía, el cariño, el respeto o hasta la puntualidad una y otra vez; creo que hemos estado a mano en todo este tiempo y así debemos permanecer, desconectados.
Mi jefa dice que no tolero que la gente no quiera como yo o se entregue como yo y tiene razón; eso se debe a que a todas las emociones me entrego, no soy uno de esos pusilánimes incapaces de hacerle frente a la depresión o de negarse a los momentos nostálgicos y apáticos. Yo de emociones sé, las vivo con la piel, me lo dijo el psiquiatra y la amiga psicóloga antes, durante y después de tomar drogas para controlar la química del cerebro. Yo amo mucho y detesto con las mismas medidas. Me agradas o no, te digo algo bello si lo necesitas y algo lapidario por la misma razón. Y sí, tengo filtro; lo aplico cuando no me interesa quién mierda eres.