Tengo que expresarlo, por recomendación de
varias personas o porque simplemente no tengo con quien hablar abiertamente de
mis emociones. Hablar de lo que duele y tortura todo el día dando vueltas por
mi mente, de lo que extraño encontrar en otros o de lo que me intriga saber de
todo lo que también callan aquellos de los que decidí alejarme.
El 2016 fue un año de muchas decepciones, de
todo tipo, el derrumbe de idealizaciones fue tal que aquello llegó desde
laboral hasta mis dos más amados amigos. Y me he cuestionado, he dudado varias
veces sintiendo que yo sí he hecho cosas malas que merecen una repercusión
igual. Dice el dicho “que todo vuelve” qué carajos, yo no he hecho nada como
para merecer decepciones semejantes. Dice otro dicho “a cada cerdo le llega su
san Agustín” y a veces, cuando algo realmente penoso le pasa a alguien malvado,
yo me digo eso “le llego su san Agustín” porque se merece lo que le está
ocurriendo y tal vez mas. Mi vida ha sido sufrida y a los tumbos y rara vez he
dejado de ofrecerme a otros o de pensar en el bien de otros y es inadmisible
para mi que justo esos en quienes más me he enfocado; luego me dejen de lado
para buscar otro confidente u otro amigo que proporcione más algarabía y risas
debiéndome a mi no sólo el honor moral de los favores sino dinero o el gesto
ético de confiarme las razones de tales actitudes.
Hace unos días comencé a pensar mucho en uno
de esos ex amigos, en una de esas grandes decepciones, sin temor a equivocarme;
la más grande de todas las decepciones afectivas que he tenido en 42 años. Todo
comenzó porque confié en una actual
amistad y le ayudé a resolver una compra y pasado poco más de un mes no me ha
pagado lo acordado y tuve que pagar en fecha la deuda de la tarjeta de crédito
que usé para ayudarle. Me ofreció pagarme 3 veces en 10 días y no lo hizo en
ninguna de ellas pero lo más curioso es que tampoco me habló durante dos
semanas ni para excusarse ni para hablar como gente adulta de las embestidas
sorpresivas de la vida. No se acaba el mundo por 5000 pesos pero contaminan una
amistad si se evitan las obligaciones y responsabilidades e incluso la utilidad
que esos 5000 pesos tienen y prometer una fecha y no cumplirla dice más cosas;
cuando son 3 fechas ratifica el error. Ese evento detallado en un párrafo
breve, trajo una ola de angustias pasadas y de sentimientos añejos que hicieron
un caos en mi mente.
Conforme pasaban los días y aquel gran afecto
pretérito rondaba en mi mente, comencé a pensar en solucionar el conflicto en
mi, usando pactos como el perdón, no sé cómo pero “perdón” es una palabra que a
diario afloraba. Quizás yo pedir perdón por juzgar a otros de la misma manera
que juzgué a aquel que evidenció su desidia en la relación que manteníamos,
quizás perdón es lo que debería pedirme por engañarme durante meses y negarlo
al ser descubierto, tal vez yo debería
pedir perdón por las apasionadas reacciones que he tenido con el corazón
destrozado y la mente enceguecida por la decepción y lo incomprensible. Pero
pensar esto último es justificar al otro y ponerme como co-autor de un
desenlace que lejos estuve yo de propiciar. Yo puedo disculparme si ofendí
injustamente pero no creo poder hacerlo si siento que el otro merece todo mi
desprecio y mano dura. Yo fui el mejor de los amigos, no lo he inventado yo, lo
aseguraba la otra parte una y otra vez a diario. Yo fui quien vio cada fin de
semana como era dejado de lado para disfrutar una juerga en la que yo no
participaba. Yo era un anónimo conveniente y provechoso. Mi compasión a veces
emerge y me pone a pensar en el daño que hice al reaccionar y decir basta. Pero
a mi sólo me consta mi propio daño. Y así el lío de reflexiones desde las
primeras horas de la mañana hasta la hora de ir a la cama por las noches fueron
provocándome angustias, malhumores, ataques de ansiedad, alergias, dolores
físicos.
Hoy, hace un rato lo encontré. Salí a caminar
en sentido contrario a como lo hago siempre, era tarde, apenas había concluido
la clase de inglés por tanto era también, dos horas más tarde que el horario en
el que suelo caminar. De pronto un grupo de unas 7 personas que caminaba
delante de mi se dividió en dos grupos para darle paso. Venía en patines, nos
vimos al mismo tiempo, desviamos la mirada y volvimos a mirarnos; aquello duró
tal vez 2 segundos pero bastaron para ver su cara transformada en odio. Pude
haber sonreído como bandera de tregua, pude ponerle el pie para que rodará
hacia la playa y una ola del mar de fondo se lo llevará a patinar con Neptuno,
pude gritarle “chingas a tu reputa madre puto mal parido”, pude voltear a verlo
y descubrir si él también lo hacía, pude sacar una cerbatana imaginaria de la
mochila y dispararle un par de dardos letales y así eliminarlo de mi mente
mientras reía a carcajadas de mis propias fantasías pero nada de eso pasó.
Sentí la brisa fresca y reconfortante en ese momento porque en ese tramo de la
calle no hay edificios del lado de la playa que frenen la brisa del mar, sentí
mi risa atragantada en el pecho porque cuando salí de la clase de inglés me
dije: si voy hacia el otro lado a caminar, aunque es tarde mañana no trabajo;
lo voy a encontrar de frente. Y así fue porque yo tengo esos putos
presentimientos y por eso soy o era
Úrsula.
Ahora estoy encerrado en mi mismo, no veo a
nadie ni salgo a ninguna parte. No quiero tener contacto con ninguna persona
que me defraude o se niegue a querer como yo le quiero. No he podido ir con mi
actual amigo y hablar de las estupideces de siempre con la profundidad de
algunas veces, quiero ser inocente de la coautoría de arruinar otra relación.