Amanece y atardece, es tan perecedero como la vida; aparecemos y desaparecemos. A veces intento recordar detalles del rostro de alguien que quise, una emoción o una charla con amigos, lo hago para no olvidar para validar que aun existen. Todo va cobrando distinto sentido porque el tiempo sigue diluyendo los recuerdos, algunos ya no duelen, otros llenan los ojos de lágrimas pero en su momento fueron estruendosas carcajadas, algunos ahora son dolorosos porque fueron seguidos de una tremenda e irremediable decepción.
Quisiera guardar olores de la misma manera en la que archivo fotos en álbumes con diferentes nombres. Hace un par de días un aroma a hierbas secas llegó hasta mi y me trajo un torrente de imágenes que mantengo guardadas en mi memoria con el nombre de: memoria emotiva de la infancia.
Ahora que soy adulto se me escurren las emociones por entre los dedos, esto que parece encender fugazmente la piel hasta electrizar los vellos al otro día es un escalofrío, una alerta del organismo pidiendo tomar distancia para ponerme a salvo. Aquello que antes generaba muchos planes y era estimulante para emprender un nuevo camino de crecimiento profesional o económico en un par de semanas termina mostrando que al reverso del brillo deslumbrante hay una cara opaca y menos amable que expone las inconsistencia y contraindicaciones de confiar; eso pasa también con el altruismo que debería ser sustituido por cachetadas para reaccionar y confrontar el dramatismo. En ocasiones uno se decía ante el dolor "esto es momentáneo, ya pasará, no es para siempre", hoy todo es superado de igual manera.

Sigo confiando en dos tazas de café mientras miro fijo a los ojos de mi interlocutor. Estoy empeñado en flotar sobre la profundidad y no en ahogarme en ella. Ejercito conmigo mismo la franqueza sin dejar de ser cortés y la llevo como ofrenda a pesar de que exista la cultura de la víctima que interpreta porque no escucha o lee más de lo que está escrito. Antes de que acabe el día, él, tú, yo y todos deberíamos de trascender y brillar en la memoria de otros después del atardecer.